El día que Omar cumplió 18 años pasó de ser un menor no acompañado a un sin techo. Con un marcado acento andaluz, Omar explica el periplo que realizó desde Guinea hasta llegar a España: “Primero Mali, luego Mauritania y después Tánger. Desde allí llegué en patera a Cádiz”. Sus dedos amplían un poco más el mapa y recorren una a una las ciudades por las que pasó hasta llegar al puerto de Tarifa. Sin embargo, ese recorrido no fue el primero ni el último. Llegó a España en su segundo intento. Una vez en Cádiz, la Administración lo envió al centro de menores de Michelena, en Jaén. Con la mayoría de edad se vio en la calle hasta que fue acogido por Poblado Mundo.
Esta ONG acoge en un piso de Jaén a personas sin hogar y los acompaña hasta que lo encuentran. Durante los últimos años el perfil del acogido se repite: inmigrante de entre 18 y 25 años. Esta asociación, compuesta por más de 20 voluntarios, se encarga de su manutención, se enfrenta con ellos a la burocracia para obtener sus papeles y los acompaña en su día a día. Poblado Mundo es el apoyo de muchos jóvenes que, de la noche a la mañana, dejan de ser tutelados por España. Los jóvenes que llegan irregularmente son sometidos a varias pruebas, para corroborar si son menores de edad, como radiografías de la muñeca, análisis bucodentales e incluso
desnudos integrales para evaluar el desarrollo de sus genitales y el vello púbico. Algunas de estas pruebas, aun con márgenes de error de cuatro años, como las oseométricas siguen siendo determinantes. Hoy Omar tiene 19 años y lleva casi tres años viviendo en España. Se sacó el curso de peluquería en menos tiempo del estimado por su tesón y está federado en el Real Jaén. Tiene un buen expediente de conducta y, sin embargo, la renovación de sus permiso de residencia es toda una pesadilla. Hace un par de años que el Gobierno Guineano no emite ningún pasaporte para evitar la emigración masiva de sus ciudadanos. Pero este documento sigue siendo uno de los requisitos para que Omar pueda renovar su residencia. La Junta de Andalucía solo seguirá con el trámite si un notario certifica la imposibilidad de obtenerlo. Esto le costará entre 50 y 60 euros. Otro de los requisitos es un seguro médico privado, que se traduce en otros 300 euros.
PIE: La cédula de inscripción de Omar.
Como Omar, más de 2.000 niños y niñas llegaron solos a España en 2017, según el último informe de Save the Children. Casi cuatro veces más que en el año anterior. A pesar de que el flujo migratorio de menores es cada vez mayor, España sigue sin estar preparada para
atenderlos. Juanma Caballero, educador social de Poblado Mundo, conoce bien la realidad de estos niños y critica “los tumbos que dan” hasta ser tutelados. “En caso de que seas menor”, añade David Moreno, fundador de la asociación, “se acogen a los derechos de cualquier otro menor español y son derivados a un centro. Pero una vez cumplen la mayoría de edad, España les da dos opciones: entrar a un piso de mayoría de edad o la calle”, sentencia. Las plazas ofertadas en estos apartamentos son reducidas y solo se las cede a aquellos con mejores perfiles. “Nosotros empezamos a notar que había mucha gente viviendo en la calle y quisimos cambiarlo. Nadie debería de dormir a la intemperie. Y mucho menos, jóvenes”, añade.
Hace cinco años que David y otros cinco amigos, con sus mismas inquietudes, se las ingeniaron para buscar fondos y alquilar el piso en el que hoy viven siete jóvenes extutelados. “El objetivo es que estén aquí el menor tiempo posible. Que les contraten pronto y puedan valerse por sí mismos”, explica Moreno desde una de las habitaciones del piso, convertida en una humilde oficina. Detrás del escritorio hay dos estanterías llenas de archivadores y coloridos post-its. De las paredes cuelgan fotos de muchos de los que han ido pasando por Poblado Mundo, calendarios de las tareas de la casa y varios adornos africanos. Al otro lado del escritorio, sillas disparejas.
“A ver, enséñame la foto David”, dice Youness, otro de los jóvenes que viven en el piso de acogida. David saca su móvil del bolsillo y busca en su galería la fotografía de Youness en sus prácticas en un restaurante de la ciudad. En la foto, luce un delantal burdeos atado a la cintura y la misma sonrisa tímida que se le queda al observarse en silencio. Lleno de orgullo. El joven marroquí le devuelve el móvil y sigue contándole cómo le va en el trabajo. Consiguió las prácticas gracias a unos cursos que realizó con la Fundación Don Bosco. A pesar de no cobrar nada, esto facilitará el permiso de trabajo que tanto ansía. Un par de anécdotas después, Moreno insiste con una paciencia infinita en que tiene que ser más constante con las tareas de la casa. “Hay cosas que estás haciendo muy bien pero sabes que te tienes que esforzar más. Tenemos que cuidar esta casa entre todos”, explica Moreno. Después de Youness, los demás jóvenes charlan en privado con Juanma y David cada mañana. Comentan los problemas de convivencia que tienen y repasan juntos la agenda de cada uno: a la 13.00 entrevista con el responsable de inmigración de la Junta de Andalucía. A las 18.30 cita con la abogada de Omar. Llamar a la Cruz Roja para ver si puede hacerse cargo de los implantes de Soufiane… Además, como cada lunes, se vuelven a dividir las tareas del hogar.
Suena el timbre. Monssif contesta el telefonillo y responde en árabe con alguna palabra en español. Al poco, aparecen Tareq y Aiman, dos marroquíes que vienen a visitar a su amigo y a pedirle a David que le acompañe a la Junta de Andalucía a tramitar sus papeles. Ambos
duermen en un asentamiento a 10 minutos del piso. Pero todos se conocen. A menudo vienen a lavar su ropa, a ducharse y a pasar el rato con sus colegas. David recoge sus cosas y antes de salir hacia la Junta con Tareq y Aiman les recuerda que esta noche, como cada lunes, hay partido de fútbol. “Ya veremos quién gana esta vez”, les dice sonriente.
Redacción Noor Mahtani